En estos días, la Universidad Autónoma de Nuevo León está estrenando a un nuevo rector: el 27 de octubre del año en curso el doctor Santos Guzmán López, hasta ahora Secretario General de la UANL, tomó posesión como rector. En un tweet, la UANL afirmó que: “El Dr. Santos Guzmán López … continuará el trabajo realizado por el Mtro. Rogelio Garza Rivera para consolidar la grandeza de la universidad.” Es de suponer que con el anuncio del continuismo la UANL pretende dar un mensaje positivo a la comunidad universitaria. Pero cabe seriamente preguntarnos qué tan positivo es esta noticia para la comunidad universitaria.

Por lo menos el rector de la UNAM, Enrique Graue, ha anunciado en estos días algunos cambios que dan muestra de su “capacidad de adaptación a cambios”. Ante la crítica del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, y de la comunidad académica por el colaboracionismo de la UNAM con los gobiernos neoliberales, por la opulencia en que viven sus directivos y la conversión de la institución en un nido de ultraconservadores con la integración a la Junta de Gobierno de la UNAM de Enrique Cabrero (anterior director de CONACYT y acusado de la desviación de grandes cantidades de dinero público), el rector de esta casa de estudio parece estar abierto a cambios: no sólo está reconsiderando el nombramiento de Enrique Cabrero sino muestra incluso disposición a bajarse el sueldo. Desafortunadamente, semejante realismo no se observa en el nuevo directivo de la UANL. El Dr. Santos Guzmán ni ha anunciado bajarse el sueldo ni aplicar en las altas esferas universitarias una política de austeridad. Tampoco considera la reducción del abultado, costoso e innecesario aparato burocrático que sólo complica los procesos de enseñanza e investigación.

Pero cabe también otra interpretación en cuanto al continuismo pretendido tomando en cuenta que la UANL se ha adaptado a la maravilla al entorno neoliberal de antaño. Tiene cuotas escolares escandalosamente elevadas. Ha generado cuantiosos recursos propios a través de la comercialización de sus servicios a la industria y hasta se ha autodesignado como “empresa socialmente responsable” sin que esto haya significado la entrega de sus ganancias a las arcas de la Federación como tendría que ser el caso de una “empresa” pública. ¿No podría significar el continuismo declarado la pretensión política de la alta burocracia universitaria a convertirse en punto de lanza neoliberal – junto con otras universidades públicas – contra la 4T? ¿Su cooperación con una oposición política que no tiene otra propuesta política más que recuperar el saqueo a gran escala del país que se ha practicado en el pasado? La UANL nunca ha sido políticamente neutral ni se ha mantenido aparte de los partidos políticos. Ha aportado recursos humanos a las campañas políticas del PRI y ha llamado a estudiantes y personal universitario a votar por el PRIAN. Es una institución que promueve entre sus estudiantes la obediencia ciega a la autoridad y los “valores” empresariales. Por ello, no sería de sorprenderse si el continuismo significara la participación activa de la UANL en la restitución de un pasado político que la mayoría de los mexicanos queremos dejar atrás.

Esperamos que estas oscuras conjeturas sean meras quimeras y el Dr. Santos Guzmán López tenga la voluntad y la capacidad de anunciar un proyecto universitario en concordancia con los nuevos tiempos políticos.