Eleocadio Martínez Silva
Me dijeron: dame tu sangre y yo te daré un sobre de aspirinas
Canción de la Cabila

La UANL enfrenta una crisis como modelo y poca claridad y discusión colectiva de cómo enfrentarla. Tres ejemplos de esta crisis se expresan en los estímulos económicos a la docencia, la autonomía del trabajo docente y la figura del profesor investigador. Tres crisis que en conjunto han agudizado la degradación del trabajo docente en los últimos cinco años cuestionando la continuidad de la figura del profesor de tiempo completo que en el juego de las distinciones socioprofesionales es referente de aspiraciones de otras categorías de profesores como las de medio tiempo, ingresos propios, horas en propiedad, entre otras.

En este sentido, en días recientes se anunció en la UANL la aplicación del impuesto sobre la renta (ISR) a los ingresos que los profesores de tiempo completo reciben del  programa de estímulos a la docencia. El impuesto significa la “puntilla” al programa dada una precariedad que ya era evidente desde años atrás.

La pregunta es si hay alternativas al actual modelo de mejoramiento de los ingresos de los profesores de tiempo completo basado en el sistema de estímulos dado su fracaso o si seguirá transitando en el mismo esquema neoliberal de flexibilización salarial cada vez más limitado por las restricciones presupuestales. Antes de reflexionar sobre estas interrogantes conviene recordar algunos aspectos contextuales del programa de estímulos.

1.- La sustitución de salarios fijos por flexibles en la UANL formó parte del proyecto neoliberal enmarcado en el uso flexible de la mano de obra en las grandes empresas. Todo esto dentro de la idea de que a mayor flexibilidad en el salario habrá mayor productividad.

2.- El monto del presupuesto al programa de estímulos será el otorgado por la Secretaría de Hacienda. Lo que implica, de entrada, limitantes presupuestales al esfuerzo de la dedicación del profesor en su desempeño docente.

3.- El monto otorgado por estímulos a un profesor de tiempo completo de la UANL va desde un mínimo de 2,500 pesos (nivel 1) a un máximo de 34 mil pesos mensuales (nivel IX). Debido a la precariedad de la partida presupuestal la mayoría de los profesores que participan en la convocatoria se ubica en los niveles más bajos en los estímulos.

Sin entrar a discutirlas por razones de espacio,  algunas de las limitantes del programa son: (a) Descuido a la investigación. Al ser un esquema que apoya básicamente la docencia, el sistema de estímulos no tiene impacto en la producción científica; b) Debilitamiento del trabajo colectivo. El programa lleva a una dinámica individualista por la competencia de recursos escasos lo que debilita el trabajo colectivo.  Prevalece la lógica de medirse, de compararse; (c) La calidad de la docencia no es medible en el programa. Basta cuantificar la experiencia docente, de tutoría, de investigación.

Si en algún momento de su historia el programa de estímulos logró pailar el deterioro salarial del profesor de tiempo completo y evitar que buscara un segundo trabajo, hay muchas evidencias que ya no es así. Muchos profesores optan por no participar en el programa de estímulos ante la precariedad del programa y buscan mejorar sus ingresos con un segundo o tercer trabajo, lo que cada vez es más complicado como se señalará más adelante.

La salida para recuperar salarios dignos de los profesores se ve complicada en el corto y mediano plazo. Lo único que podemos hacer es una distribución equitativa de los estímulos dada la enorme desigualdad en las asignaciones y evitar que la base de profesores se dedique a un segundo trabajo. En el programa de estímulos un grupo de 112 maestros bastante consolidados en su trayectoria profesional reciben en conjunto 2 millones 500 mil pesos mensuales.

Otra opción es que el monto de los estímulos se redefina y sirva como apoyo a los profesores que recién inician su trayectoria laboral y que buscan su consolidación académica y profesional como el ingreso al Sistema Nacional de Investigadores (SNI)  que como se sabe es un programa de estímulos con recursos federales otorgados por el CONACYT y que también tiene la función de ser un complemento a los ingresos para los investigadores.

Un segundo golpe a los profesores de tiempo completo es la cancelación de la autonomía en el ejercicio de la práctica docente. Debido a que la naturaleza del trabajo académico implica una diversidad de actividades (docencia, investigación, gestión, vinculación, divulgación) y por lo tanto una intensa movilidad en asistencia a seminarios, congresos, reuniones de equipos de investigación, los profesores universitarios, al margen de la rigidez de los reglamentos,  lograron ganar ciertos grados de autonomía en el ejercicio de su profesión traducida en libertad de cátedra y en un uso flexible de los tiempos de trabajo: asistencia a actividades académicas dentro y fuera de la universidad, posibilidad de reprogramar sesiones de clase, preparación de clases en casa, trabajar los fines de semana, contar con apoyo de estudiantes (becarios) para las actividades escolares, buscar suplencias para asistir a actividades académicas, fuerte interacción con estudiantes y maestros en espacios fuera del aula y cubículos, etcétera. Autonomía, por cierto, muy acorde con las nuevas culturas del trabajo en el mundo contemporáneo.

Esta naturaleza del trabajo docente ha entrado en crisis en la UANL pues se pretende borrar de un plumazo los grados de autonomía del trabajo docente instrumentalizando una serie de controles para “asegurar” que el profesor cumpla con la estancia establecida en los contratos (40 horas a los profesores de tiempo completo para cumplir horas de asesoría, tutoría, investigación, gestión y docencia) y con ello elevar la productividad utilizando mecanismos fabriles tayloristas como el control del cuerpo a través de un sistema de vigilancia permanente de las actividades del profesor durante la jornada de trabajo.[1]

Hipotéticamente esta lógica administrativa es la respuesta coercitiva a la inoperancia del programa de estímulos para evitar que los profesores se dediquen a un segundo trabajo y se siga generando desatenciones a los quehaceres escolares.

Finalmente, se ha puesto en crisis la figura del profesor investigador. Mucha de la formalidad de los reglamentos universitarios transcurre por un camino; en tanto, una serie de prácticas, que con el tiempo se legitiman, acontecen por otro. Ejemplo de lo anterior es la figura del profesor investigador. Al parecer esta posición socioprofesional es prácticamente inexistente en los reglamentos de la UANL o por lo menos está bastante difusa.  Por ejemplo, en los registros en las plataformas digitales a los maestros se les  cambió conceptualmente de ser PROFESORES a ser EMPLEADOS. Sin embargo, el deterioro del salario docente universitario y el surgimiento del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) coadyuvaron para su legitimación en la práctica. Un grupo de profesores de tiempo completo ingresó al SNI derivando en la construcción informal de la figura del profesor investigador otorgando cierto estatus dentro de las posiciones sociales universitarias y participando en el juego de la distinción (Bourdieu, dixit) dentro de las categorías socioprofesionales en la UANL.

Esta posición profesional del profesor investigador está haciendo crisis por una serie de presiones, dentro de las cuales destacan dos: Por un lado, el aumento de la matrícula de alumnos, que seguramente se agudizará con la intención del gobierno federal de garantizar el derecho a la educación, presiona aún más para que los maestros dediquen mayor tiempo a la docencia y menos a la investigación. Lo que seguramente derivará en una mayor (auto) explotación de los profesores investigadores.

Por otro lado, una mayoría de profesores de tiempo completo no ha estado dispuesta a construir una identidad como investigadores, aún incluso  después de haber concluido sus estudios doctorales. En la UANL no hay una correspondencia entre número de doctores e investigadores.

Estas circunstancias generan una intensa entrada y salida de los profesores de tiempo completo en el Sistema Nacional de Investigadores y/o el estancamiento en uno de los tres niveles del SNI.

Las crisis señaladas generan preguntas que hay que discutir, evaluar, que en sí no obligan a interrogarnos si es sostenible la figura del profesor de tiempo completo dados los embates recibidos en los últimos cinco años en la UANL. Evaluando sus repercusiones en la calidad de la enseñanza, sobre la calidad  de vida de los profesores y sobre el desarrollo de la universidad.

Tarea difícil dado  que la burocracia política de la UANL se ha encargado de enfriar los espacios de participación y formadores de opinión, llámese consejos estudiantiles, juntas de profesores, las academias, juntas directivas, asambleas sindicales.  De no ser posible rescatar estos espacios usemos las reuniones cotidianas de profesores (salas de maestros, salas de tutoría, aulas, grupos virtuales) para informarnos, discutir y reconstruir la UANL Rota.

[1] Al parecer desde el 2010 los contratos son de 48 horas, las cuales están distribuidas en 20 horas clase, 20 de investigación y 8 de gestión.