
El diciembre pasado se notificaron en Wuhan, China los primeros brotes del COVID-19 que según la OMS, es una enfermedad infecciosa que es causada por un coronavirus y puede ir desde un resfriado hasta enfermedades graves como el síndrome respiratorio de oriente medio (MERS). La evolución del contagio de este coronavirus llevó a que el 11 de marzo la OMS decretara el brote como una pandemia, lo que significa que la enfermedad se extiende a varios países del mundo de forma simultánea. México no es la excepción, puesto que el crecimiento de las personas infectadas se ha dado de forma tan exponencial que al cierre de esta editorial se reportan 316 casos confirmados a nivel nacional y 37 en Nuevo León, la mayoría de ellos (24) en el Municipio de San Pedro Garza García.
Algunas universidades locales suspendieron clases a partir del decreto de Pandemia, entre ellos el Tecnológico de Monterrey y la UDEM. El gobierno de Nuevo León se sumó a esta decisión recién el domingo 14 de marzo, adelantando el receso escolar en las escuelas de nivel básico y educación media superior y superior en escuelas públicas y privadas de la entidad a partir del 17 de marzo, reanudando las actividades de acuerdo al comportamiento del contagio de coronavirus en el estado. Sin embargo, esas medidas de prevención, no incluyeron indicaciones de aislamiento (cuarentena), para el personal administrativo y docente, por lo que éstos siguieron asistiendo de manera regular a las escuelas hasta el viernes 20 de marzo, salvo excepciones.
Es lamentable constatar que en el trabajo de los docentes se privilegien las estrategias de control sobre el trabajo, por encima de la prudencia mínima para protegerlos. Así fue el caso en la máxima casa de estudios de Nuevo León, la UANL, donde en diversas dependencias (preparatorias y facultades), se dio la orden emitida desde las direcciones de cada escuela, que administrativos, maestros y maestras se presentaran a sus horas de estancia en la Universidad, y en el caso de los profesores por hora, se presentaran a firmar en su institución los días y horas en que impartían clases, esto aun y cuando al mismo tiempo se dio la indicación de llevar las clases a distancia.
Lo incongruente de este sistema de control impuesto por la UANL es que cada director de dependencia empleó una forma particular en la toma de decisiones, pues mientras unos exigían ir a firmar para justificar posteriormente las auditorias, otros obligaban a su personal a cubrir de manera presencial sus horas de estancia. Esta medida, además de ser un despropósito, vulnera y comprime a los más desprotegidos. Veamos algunos ejemplos: las mujeres (administrativas o docentes) que tienen hijos pequeños y que por la cuarentena los tenían en casa, debieron desarrollar estrategias que permitieran su cuidado para no incumplir con el trabajo, lo cual conllevó mayor estrés y posiblemente deterioro de la salud. Lo mismo sucedió para aquellos mayores de 60 años que estuvieron obligados a asistir a la UANL, siendo que ellos son población más vulnerable para el contagio. Independiente de estas condiciones, todos los empleados de la UANL al no estar aislados, fueron más vulnerables al riesgo de contagio.
Una alternativa acreditada que está en uso en Europa y Estados Unidos es la implementación del home office, que permite continuar con las actividades laborales desde casa, obteniendo incluso mayores beneficios como el incremento de productividad, economía de recursos y una mayor salud mental de los trabajadores. Sin embargo, en el capitalismo avasallador en que estamos inmersos fue difícil su implementación puesto que se sobrevaloraron las prácticas de control del trabajo como la firma de entrada que se piensa asegura la productividad. En una Universidad que se precia de clase mundial es inconcebible que no se permitiera esta alternativa, puesto que se expuso a su personal administrativo y docente a ser parte de las estadísticas en cuanto al contagio del coronavirus, es evidente que para ellos es más importante vigilar y controlar. Como afirma el antiguo dictum marxista, el precio del trabajo toma cuerpo en la carne y la sangre del hombre, y así el capital usurpa su salud a costa de la producción.
Todo esto forma parte de la paranoia que tienen algunas escuelas de la UANL cuando dudan del propio trabajo de sus docentes. Además, es parte también de la desvalorización del trabajo de los profesores, situación que se vive en todos los niveles. No es la primera vez que la UANL expone a sus trabajadores haciéndolos más vulnerables. No se diga del sindicato de trabajadores que se ha convertido en un aliado de la Rectoría. Al mismo tiempo que esto ocurre, también es importante no dejar de lado las tareas pendientes en torno a la construcción de una comunidad universitaria robusta y a las tareas en torno a la lucha por los derechos de las mujeres. El aislamiento forzado debe ser un momento para la reflexión y para incrementar el contacto, aunque sea en forma virtual sobre los males que nos aquejan y que trascienden al COVID-19, si como todo apunta, la crisis sanitaria solo anuncia la mayor crisis económica del capitalismo, esta cuarentena solo será un respiro antes de la tormenta. Debemos prepararnos con las armas de la reflexión y la crítica para lo que asoma el horizonte.
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